Los resultados de la primera vuelta electoral y el –para muchos– sorpresivo triunfo de Sergio Massa volvieron a generar un impacto desestabilizador para quienes desde hace cierto tiempo daban por descontada la derrota del peronismo y acompañaron cómplice y jubilosamente las predicciones de Patricia Bullrich sobre la “muerte del kirchnerismo”. Uno de los grupos que mayor desconcierto ha demostrado frente al nuevo escenario político es el autodenominado “periodismo independiente” nucleado en torno a medios corporativos escritos, radiales y televisivos y firmemente apuntalado a través de plataformas digitales. Es notable observar las caras de indisimulable sorpresa, primero, y luego desazón e incomodidad, de aquellas y aquellos que, parapetados tras el falso rótulo de “periodismo independiente” militaron la campaña política del espectro opositor de los frentes de derecha.
Uno de los rasgos más salientes que se desprende de esa actitud es la clara demostración de impotencia porque en las urnas las y los votantes no acompañaron sus argumentos a la hora de sufragar. “No valieron las denuncias de corrupción”, “no bastó con señalar que el gobierno del kirchnerismo es el peor de la historia argentina”, “no sirvió poner en evidencia la inseguridad en la que estamos viviendo”. “Todo esto lo dijimos y nada de eso fue suficiente”, se escuchó decir y se escribió aquí y allá. Una mezcla de perplejidad, incredulidad y decepción.
En primer lugar porque el resultado electoral, que fue un fracaso para quienes apostaron sin más a una salida por derecha, lo fue también para el “periodismo independiente” que dio por sentada la derrota del oficialismo.
En segundo término porque el escrutinio también dio por tierra la idea del poder y la presunta omnipotencia del poder mediático y de sus operadores. Por lo menos no en los términos que unos y otros presuponían.
Para no equivocar el análisis es necesario dejar en claro que casi dos tercios de la población eligió opciones de derecha o conservadoras, que bien pueden haber sido influidas por el llamado poder mediático. Pero esto no fue suficiente. El trabajo territorial, la militancia y la propia estrategia de la campaña oficialista, sumada sin duda a la ingeniería electoral, permite hoy que estemos frente a una segunda vuelta con resultado todavía abierto e imprevisible, más allá de tendencias, encuestas y proyecciones.
Volviendo al resultado de la primera vuelta electoral: sorprendió a la mayoría de las y los comunicadores “independientes” que apostaron todas sus fichas a que el oficialismo quedara fuera de la disputa final. El intento analítico navegó entre criticar la estrategia de campaña de la oposición, lamentarse públicamente porque Bullrich y Milei no se juntaron antes (“esa alianza habría ganado en primera vuelta”, se escuchó decir a algún sesudo analista), la crítica despiadada a determinadas figuras y candidatos y los golpes de pecho por los errores políticos.
Pero más allá de los señalamientos a la dirigencia política opositora haciéndola responsable de lo sucedido, el “periodismo independiente” no puede disimular de ninguna manera la desazón que le causa su propio fracaso: todo lo que hicieron no fue suficiente para sacar al oficialismo de la cancha, de la posibilidad de seguir con vida y con chances de alcanzar nuevamente la Presidencia.
Y en medio de ese desconcierto –que acompaña el desasosiego político de cambiemitas y libertarios– los “periodistas independientes” tampoco encuentran su rumbo, las argumentaciones y las formas para volver a darle vida a su propuesta.
No ocultan tampoco la decepción que les ocasiona que buena parte de la ciudadanía no haya acompañado sus argumentos, su sesgo informativo, sus propuestas. Descreen absolutamente de la capacidad de discernimiento de ciudadanas y ciudadanos que votaron con memoria histórica, en defensa de sus derechos presentes y futuros, con esperanza a pesar de las dificultades de la coyuntura y de la crítica situación económica que atraviesan el país, las familias y las personas.
Frente a esto, no les queda más que decir que quienes pusieron al oficialismo en carrera lo han hecho “por miedo”, “porque están atados a los planes” o por otro argumento similar. Los más audaces (o directamente insensatos) no dudan en negar cualquier capacidad o sabiduría popular a la hora de elegir.
Es lógico que así sea desde la tribuna del “periodismo independiente” que se cree dueño de “la verdad” porque se sabe aliado y vocero de los más poderosos de este país.
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