Hemos ganado las elecciones en el corazón del imperio, nos ponemos corbatas rojas y damos saltitos para festejar, aunque Donald hable con los presidentes de México y El Salvador y no nos dé ni cinco de bola. El gobierno de Javier Milei festejó y celebró públicamente que, según deducen, Donald Trump lo imitará. Pero el millonario norteamericano ni se enteró que existe Federico Sturzenegger y, en todo caso, han sido las políticas neoliberales que impulsan Milei y su ministro las que provocaron la decadencia de los Estados Unidos.
Las elecciones hicieron famoso el llamado “cinturón del óxido” conformado por siete estados de los Estados Unidos. Se le llama de esa manera despectiva debido a las fábricas abandonadas, grandes galpones que se oxidan con el tiempo y decenas de miles de trabajadores desempleados o precarizados.
Antes, esos siete estados fueron el núcleo potente de una economía basada en la industria, en la producción de bienes. Pero la globalización neoliberal hegemonizada por Estados Unidos generó el fenómeno de geolocalización de las fábricas tras mano de obra barata; de las finanzas hacia centros financieros, y de la administración hacia ciudades con instituciones de decisión e infraestructura.
Las fábricas se fueron y las empresas se volcaron con prioridad a la especulación financiera al aplicar la regla madre del neoliberalismo: máxima ganancia y costo mínimo. Es tan sentido común, tan sencillo y genial, que parece el invento de un tuitero libertario. Y fundió a la mayor economía del planeta.
El pequeño repunte de la economía que se dio en el gobierno de Joe Biden fue sobre la base, primero, de gastar los ahorros y, después, de un alto endeudamiento. En la actualidad la deuda privada en tarjetas de crédito y la deuda hipotecaria es mucho mayor que en 2008, el año de la gran crisis.
Estados Unidos ha sido, desde la caída del Muro de Berlín a fines de los años ‘80, el hegemón que ordenó al mundo según las reglas que dictaba a partir del credo neoliberal indiscutible. El país ha sido la capital del imperio, el ejemplo esplendoroso de lo que el neoliberalismo puede lograr.
La admiración por la gran potencia que difunden los medios y las redes determina que, en contraste, se visualicen con horror fenómenos que se producen en países emergentes. Aterrorizó así la tragedia violenta de la guerra narco en México. Se contaron historias de cuerpos colgando de los puentes y cabezas arrancadas.
Para un buen libertario no hay nada mejor que un buen mercado, como el de las armas, por ejemplo. Por principio, no se puede reglamentar un negocio tan bueno. Eso es libre mercado hasta que duela, bien libertario. Según el instituto de investigaciones Commowealth Fund, con sede en Nueva York, hay cuatro estados de los Estados Unidos: Mississippi, Louisiana, Alabama y Nuevo México, que tienen un índice de muertes por armas de fuego cada cien mil habitantes bastante más alto que México. Esos cuatro estados tienen un índice de muerte del 28,5 por cada cien mil habitantes, mientras que México tiene 25,5.
En Argentina, ese índice no pasa, como promedio, de 5, incluyendo a Santa Fe, que tiene la marca más alta con 8. Es difícil imaginar lo que puede ser vivir en un lugar cuyo índice de muertes por armas de fuego es seis veces mayor que en Argentina. Un paraíso neoliberal, sueño libertario.
Este informe demuestra que, como país, Estados Unidos tiene más muertos por armas de fuego que Afganistán. En Estados Unidos, los balazos constituyen la principal causa de muerte en menores de edad. Y la mayoría de los casos de violencia doméstica contra las mujeres es con armas de fuego. El tipo discute con su mujer, se compra una AK-47 en el súper y terminó la discusión, y la mujer.
El mundo se horrorizó con el caso de Haití dominado por señores de la muerte al mando de bandas armadas. Un estudio de la Universidad de Washington dice que al menos 20 estados de los Estados Unidos tienen un índice de muertos a balazos por cada cien mil habitantes, mayor que el de Haití. Y nadie se horroriza.
En los años ’90 el lobby de los laboratorios consiguió que remedios anestésicos como la oxicodona fueran de venta libre. La oxicodona es un opiáceo sintético que produjo una epidemia de adicción con el fentanilo, otro opiáceo más fuerte. Para los que recuerdan la serie, hasta el doctor House se convirtió en adicto a la oxicodona.
Para el ideario del libre mercado, el Estado no puede intervenir para regular un negocio tan rentable como el de los medicamentos. El ideario libertario consiste en retirar al Estado de esa tarea, como lo está haciendo Milei en Argentina. Antes del fentanilo, en Estados Unidos había alrededor de 30 mil muertos al año por sobredosis de diversas drogas. Con la llegada del fentanilo, esa cifra se elevó hasta el espanto.
En 2023 se contabilizaron 105 mil muertes por sobredosis. Es la mayor causa de muerte en hombres de entre 18 y 45 años. Es increíble que la mayor causa de muerte no sea el cáncer, otras enfermedades, o los accidentes, sino los disparos con armas de fuego y las sobredosis de drogas. En enero de este año, la ciudad de Portland, capital del estado de Oregon, se declaró en emergencia por tres meses ante la epidemia del fentanilo.
Si hay tantas muertes es lógico deducir que los adictos serán cientos de miles. El fentanilo saca el hambre, el adicto se convierte en un esqueleto. Pero además el efecto es un adormecimiento general. La mayoría permanece tirado en el piso y algunos caminan torpemente con la mirada perdida, como zombies.
Nadie puede negar los inmensos aportes a la cultura y las ciencias que generó Estados Unidos. La globalización neoliberal que hegemonizó lo convirtieron en el gran ejemplo de lo que construye o destruye el neoliberalismo. Es el paraíso del libre mercado.
Mientras quieren vender este paraíso a los pueblos del mundo, incluyendo a los argentinos que votaron a Milei y a los empresarios de las economías periféricas que sueñan con irse a Miami, una encuesta de la empresa Acton Capital entre los millonarios norteamericanos, demostró que el 53 por ciento de ellos piensa irse de los Estados Unidos.
La encuesta fue realizada antes de las elecciones, pero resulta ilustrativa. Los motivos de una decisión tan traumática como alejarse del país de uno, son variados. Algunos temían por la violencia que podría desatar un triunfo de Trump, otros por los impuestos que aplicaría Kamala Harris, otros por el antisemitismo, otros por la islamofobia, otros por la violencia en general. Por el motivo que fuera, en lo que coincide el 53 por ciento de los millonarios norteamericanos es que Estados Unidos ya no es un país vivible. Desde el punto de vista económico, es el producto del neoliberalismo. Y el proceso de descomposición cultural tiene, a su vez, una raíz económica.
La demostración taxativa es que el ganador de las elecciones coincide con este diagnóstico y lo primero que hará será proteger el mercado interno con altas tasas aduaneras. El neoliberalismo es para que los países emergentes entreguen sus riquezas mientras Estados Unidos, el corazón neoliberal del planeta, protege las suyas.
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