Qatar, el pequeño país gasífero del Golfo que oficia de mediador entre Israel y el movimiento islamista Hamas, facilitó en la última semana la tregua que permitió la liberación de rehenes israelíes por presos palestinos y ocupó un rol clave en conflictos recientes debido a una política exterior «pragmática e independiente» para «maximizar el número de amigos y disminuir el de enemigos», dijeron especialistas a Télam.
Luego de una semana de cese de hostilidades -que inició el 24 de noviembre y se fue extendiendo hasta el 28- Israel y Hamas retomaron el viernes los combates, sin un compromiso claro de reanudar la tregua.
El sábado, Israel anunció la retirada de su equipo de negociadores de Qatar, donde estaban discutiendo la posibilidad de reactivar el acuerdo para continuar con los intercambios de rehenes y prisioneros, además de permitir el ingreso de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, al afirmar que las conversaciones atraviesan ahora mismo un «punto muerto».
La pausa en los combates se había logrado con la mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos, aunque la monarquía qatarí tuvo un papel protagónico.
El emirato busca proyectarse, a nivel regional e internacional, como un actor dialoguista, y en esa búsqueda debe conseguir la confianza de las partes que rivalizan para que lo reconozcan como un mediador válido.
Una muestra de ese esfuerzo se observa en su territorio, donde aloja la base militar Al-Udeid, la mayor de Estados Unidos en Medio Oriente, así como oficinas de Hamas, donde aloja a algunos de los máximos líderes del grupo islamista, considerado como terrorista enemigo por parte del país norteamericano.
El director adjunto del Instituto Rosario de Estudios del Mundo Árabe e Islámico (IREMAI), Rubén Paredes, ubicó un punto de inflexión para esa política de Qatar en 1995, cuando asumió el emir Hamad bin Khalifa Al Thani.
El rol de la diplomacia
El emir puso el acento en «un cambio en la institucionalidad del emirato» y, en 2003, impulsó una reforma constitucional en la que queda claro que «la diplomacia tiene un rol importante», dijo el analista.
Así, alentó una política exterior «pragmática e independiente» y adquirió un «reconocimiento internacional» a la hora de asumir ese rol de mediador, señaló el analista.
Qatar, integrante del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), buscaba además no quedar supeditado a las voluntades de su vecino Arabia Saudita, referente en el mundo islámico y potencia petrolera.
La doctora en Relaciones Internacionales Ornela Fabani dijo a Télam que en la década del 90 la política exterior qatarí «se volvió activa y con un perfil autónomo, sobre todo respecto a su vecino saudí, y crecientemente pragmática; comenzó a entablar múltiples alianzas con distintos actores, algunos incluso enfrentados entre sí«.
«Lo que se evidencia es que el país viene apostando por maximizar el número de amigos y disminuir el número de enemigos», agregó.
Desde que el emir fue sucedido por su hijo y actual líder Tamim bin Hamad Al Thani, el país continúa con un rediseño de su política exterior y pone el acento en la mediación, según los analistas.
Desde la primera década de este siglo, Qatar medió entre las facciones del Líbano que rivalizaron durante un año y medio para evitar una guerra civil y logró que estas firmen los Acuerdos de Doha en su capital; e intervino como mediador también en Yemen, a partir de la irrupción de los rebeldes hutíes; en el conflicto de Darfur, en Sudán; entre Estados Unidos y los talibanes para retirarse de Afganistán, entre otros.
Qatar, país con menos de 3 millones de habitantes -en su mayoría extranjeros-, con las terceras mayores reservas probadas de gas natural y el mayor PBI per cápita a nivel global, ganó confianza en las primeras líneas de Hamas porque se mostró como un socio garante de recursos para la Franja de Gaza.
«En los últimos años, uno de los principales financiadores de la ayuda humanitaria en Gaza ha sido Qatar y también paga los sueldos de los funcionarios del gobierno de Hamas. Eso se ha mantenido, incluso con el visto bueno de Israel», dijo Paredes.
Y si bien Qatar no normalizó relaciones con Israel -como lo hizo Egipto a fines de los años 70 o países del Golfo con los Acuerdos de Abraham, firmados a instancias de EEUU- logró que el Estado judío lo reconozca como interlocutor válido. La confianza que mostró EEUU en Doha fue importante para ello.
«Qatar es un socio nuestro desde hace mucho tiempo y está respondiendo a nuestra petición, porque creo que creen que los civiles inocentes deben ser liberados», dijo el día del inicio de la tregua el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Matthew Miller.
Luego de la liberación de parte de los rehenes retenidos por Hamas desde el día de su ataque a territorio israelí, el 7 de octubre, en el que murieron unos 1.200 personas, la mayoría civiles, los islamistas aún tienen en cautiverio a unos 140 israelíes.
Este número de rehenes mantiene la presión de los familiares sobre el gobierno del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para volver al diálogo y alcanzar una nueva tregua.
Mientras, del lado palestino, las necesidades de insumos básicos en el enclave, asediado por la ofensiva israelí, vuelve imperativo cesar los bombardeos que ya han causado más de 15.000 muertos, en su mayoría civiles, según números publicados por el gobierno de Hamas.
A su vez, los presos palestinos en cárceles israelíes se cuentan por miles -según el Club de Prisioneros, una ONG palestina, citada por la agencia de noticias AFP, Israel detuvo a casi 3.300 desde el 7 de octubre y actualmente hay más de 7.000-, y una parte de ellos podrían ser intercambiados.
Presión internacional para retomar la tregua
La presión internacional para retomar las negociaciones es permanente, y Qatar y, en menor medida, EEUU y Egipto, siguen siendo fundamentales en esa búsqueda.
«Egipto ha quedado eclipsado y juega un papel de reparto en esta mediación porque Hamas es un desprendimiento de la Hermandad Musulmana», dijo Paredes, en referencia al partido político islámico que fue desplazado del poder en Egipto por el actual presidente Abdel Fatah Al Sisi.
En cambio, Qatar no sólo acoge en su territorio a miembros de Hamas, sino también de la agrupación egipcia, con la que además coincide en su propuesta de gobierno islámico, no laico.
Si bien Qatar no apoyó los ataques de Hamas del 7 de octubre, afirma que la responsabilidad recae en Israel por la ocupación de Cisjordania y Jerusalén este, además del bloqueo a la Franja de Gaza, tres territorios que la ONU reconoce a los palestinos para formar su propio Estado.
«Israel no debe recibir luz verde incondicional (…) para matar, como tampoco para seguir ignorando la realidad de la ocupación, el asedio y los asentamientos», declaró el emir qatarí hace dos semanas.
La apuesta por una política exterior independiente ha tenido costos para el emirato porque durante la Primavera Árabe -el proceso de revueltas democráticas que inició en Túnez en 2011 y se extendió a otros países de la región-, apoyó a la Hermandad Musulmana para desplazar al gobierno egipcio que llevaba casi 30 años en el poder, mientras que sus vecinos -en especial los saudíes- apostaron por mantener un «status quo», según Paredes.
«Ese rol, apoyando a los movimientos democratizadores, lo llevó a ser visto como un ‘swing state’, es decir, un estado oscilante, porque tiene una política exterior propia, que no responde al CCG», agregó.
Los analistas coincidieron en que la política exterior qatarí en pos de proyectarse a nivel internacional se desarrolla en múltiples niveles: desde medios de comunicación, con su canal de noticias Al Jazeera, así como la llamada «diplomacia deportiva», esto es, inversiones en diversos negocios deportivos y eventos.
Entre 2005 y 2022 se estima que Qatar llevó adelante más de 500 en distintas disciplinas deportivas, según Fabani, entre ellos el Mundial de fútbol en el que se consagró Argentina.
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