Alcorta, Carrera, Arteaga, Bigand, Máximo Paz, San José, Los Surgentes, Camilo Aldao, Inriville son algunos -solo algunos- de los pueblos del interior profundo donde han tomado estado público listas de ciudadanos residentes en esos lugares, que supuestamente cobrarían sueldos en Aerolíneas Argentinas sin trabajar, ya sea como pilotos o azafatas, es decir: ñoquis. Demás está decir que las nóminas son de una falsedad absoluta, y no se presentó ni una sola prueba: todo es chamuyo de redes y anónimos. Las listas tienen una evidente coordinación nacional con anclaje político territorial; y todos/as quienes las integran tienen la “rara” casualidad de ser justicialistas, con preferencia de La Cámpora y/o militantes políticos o afines del campo nacional y popular.
El objetivo político y económico de esta canallada no es otro que el de desprestigiar a una empresa pública, que fue muy bien administrada en los últimos cuatro años, tratando de generar un clima favorable a su privatización. Y de paso castigar al kirchnerismo, objetivo permanente de la derecha argentina. Aerolíneas y la Cámpora son su obsesión. Fue CFK quien el 22 de agosto del 2008 la estatizó, rescatándola del desastre en el que la había sumido la privatización menemista.
Aerolíneas tuvo una actuación más que destacada durante la pandemia: repatrió más de 70 mil argentinos/as en 380 vuelos desde distintas latitudes y trajo millones de vacunas. La empresa genera más de 100 mil puestos de trabajo directos e indirectos y une territorios nacionales, volando a destinos de los que los privados huyen y contribuyendo decisivamente al desarrollo del turismo y las economías regionales. Todo sin pedirle -este año- un solo peso al tesoro: su importante crecimiento ahora se verá sin duda truncado. En su éxito está la mejor explicación de las campañas de difamación de la que es objeto: no se bancan una empresa estatal bien administrada. Quieren desregular la actividad, abrir los cielos a las Low Cost, volar solo a donde es rentable… una Aerolínea Argentina exitosa es un obstáculo para esos intereses. Más cipayos no se consigue…
Los medios de comunicación hegemónicos son un arma poderosa para desacreditar: intentaron desde siempre instalar el falso relato de vincular a las empresas estatales con el pago de ñoquis. Nunca pudieron probar nada, pero ligar en forma negativa a nuestra línea de bandera con el kirchnerismo y la Cámpora, es una constante desde su recuperación. No interesa si estuvo bien o mal manejada, solo cuenta la filiación de los administradores. Esto es un peligroso macartismo explícito, donde el registro político per se ya implica la sospecha de un delito. ¿Por qué? Muy sencillo: porque el K es el único obstáculo serio que tienen estas políticas de saqueos de bienes públicos en nuestro país.
Sería deseable que tanto desde Aerolíneas Argentinas como desde Unión por la Patria desmintieran rotundamente estas falsedades. No solo para poner las cosas en su lugar, como corresponde desde la política; sino que el debate de este tipo de calumnias es de gran ayuda para clarificar a la opinión pública. Aquí se corporiza y libra un capítulo muy importante de la batalla cultural, formativa de militantes y ciudadanos. Y es, detalle no menor, una forma de contener y respaldar a los que aguantan, con mucha dignidad, los trapos de lo nacional y popular en territorios poco amigables. La peor política es la de dejar mentiras sin responder, por más inverosímiles que parezcan. Todo debe responderse.
El método para privatizar empresas públicas exitosas es el mismo desde hace 100 años. Lo nuevo son las redes, que permiten universalizar el chisme y la difamación a la velocidad de un rayo.
Si analizamos el caso del Ferrocarril del Oeste, la exitosa empresa ferroviaria estatal de la provincia de Buenos Aires privatizada por el gobernador Máximo Paz (1887-1890), primer menemista de la historia argentina, veremos que todas las artimañas que utilizó para venderlo, no difieren de lo que hizo Menem y de lo que expresa el actual presidente para privatizar Aerolíneas y otras empresas estatales.
Cuenta Scalabrini Ortiz que “el gobernador Máximo Paz atacó al Ferrocarril del Oeste porque en su carácter monopólico, cobraba tarifas más baratas que los privados”. Esto de las tarifas fue y sigue siendo clave en el modelado de desarrollo de nuestro país. Y hoy, merced a la deslocalización de la producción alimentaria producto de la sojización, también lo es en el precio de los alimentos, que deben viajar miles de kilómetros. El exgobernador de Buenos Aires Carlos Damico (1884-1887), constructor y defensor del Ferrocarril del Oeste, contó en sus memorias que los medios de prensa de Buenos Aires titulaban casi a diario para mal predisponer a la población: «Los grandes robos en los ferrocarriles de la provincia”.
El ferrocarril del Oeste como Aerolíneas Argentinas (gestión Macri) fueron sometidos a campañas permanentes de desprestigio, además de a malas administraciones planificadas, con el objetivo de convencer al pueblo de que la privatización es el único camino. Difamar las empresas diciendo que están llenas de ñoquis, mal administradas y al servicio de los amigos es parte de la táctica privatizadora de siempre. Pero hoy la administración de Aerolíneas es excelente. Por eso es clave denunciar y explicar campañas como ésta.
Si analizamos cómo se “regaló” Aerolíneas en los ’90 y cómo operan ahora los partidarios de la privatización veremos que todo es un calco de cómo vendieron el Ferrocarril del Oeste. Los nuevos privatizados no son nada originales y son bien perezosos para argumentar.
“Lo nuevo es lo viejo que olvidamos”: el uso de la calumnia y la injuria por parte de la derecha como método de acción política para desprestigiar causas, líderes y militantes del campo nacional y popular es tan viejo como la espalda. De esto no se salvó nadie: San Martín, Belgrano, Yrigoyen, Netri, Justo, Perón, Evita, Néstor: todos los grandes líderes que defendieron la causa del pueblo fueron hostigados con furia por la derecha y sus medios afines. Y todos con el mismo falso argumento de la corrupción, con la inestimable ayuda de los medios y el Poder Judicial.
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